La evocación e invocación como parte de la práctica mágica…

Por: Stefanie Peláez

Desde mi experiencia debo decir que la mejor manera de entender algo es a través de la experiencia misma. En mi camino, he tenido la oportunidad de estudiar y aprender muchas cosas en relación a la mística, la magia y distintas corrientes espirituales. Sin embargo, aquellas que realmente se convirtieron en mis fuentes de conocimiento, han sido aquellas que he podido vivir y no sólo leer en un libro.

Desde la práctica mágica, la evocación e invocación de energías planetarias y deidades distintas, es una de las bases que permite conocer de la fuente directa sobre la energía en cuestión; sea trabajando con los cuatro elementos y sus elementales, los vientos, los cuatro puntos cardinales, estrellas o energías planetarias… hasta los dioses y diosas que componen, al final de cuentas, La Creación y nuestra consciencia.

Claro está que hay marcadas diferencias entre el acto de evocar e invocar, así que les cuento un poco…

  • Evocar: significa traer a la memoria o a la imaginación.. revivir interiormente. Y se refiere a la acción de llamar a los espíritus o energías específicas con las que se desea trabajar. Como tal, la palabra proviene del latín evocāre, que se traduce como “llamar”, “convocar”.

Cuando evocamos, los signos que se experimentan como resultado van en la línea de sensaciones, sentimientos o emociones que traemos al presente.

Para explicarlo de una forma fácil de comprender, podemos usar algo que todo hemos experimentado: Las emociones, que se trata de algo que incluso hemos vivido involuntariamente.

Por ejemplo: podemos evocar sentimientos cuando recordamos situaciones agradables o difíciles; podemos evocar emociones cuando recordamos lo que experimentamos en situaciones puntuales: la alegría de una noticia, la tristeza de un evento que vivimos.

También podemos evocar imágenes o situaciones con nuestra imaginación cuando leemos un libro… en este ejercicio, al sumergirnos en la lectura, nuestro cerebro abre los archivos y busca los recursos que se ajusten a aquello que necesitemos ilustrar a través de la imaginación para así, darle forma a aquello que nos muestra la lectura. De esta manera nuestra comprensión es más efectiva. La literatura evoca con palabras momentos, sentimientos, emociones o ideas que conmueven la sensibilidad y nos ayuda a enriquecer la experiencia.

Evocar también puede relacionarse con semejar algo, como cuando establecemos comparaciones entre dos cosas, donde una de ellas, debido a su parecido con la otra, la trae a la memoria.

Creo que ahora si todos nos sentimos familiarizados con el “evocación”…

Si llevamos esto a la magia, encontramos entonces que evocar se refiere a llamar a la memoria e imaginación a las energías espíritus o deidades, a los muertos, o a una entidad sobrenatural, como un demonio o un ser angélico. Según este concepto, a través de la evocación podemos establecer comunicación con este tipo de entidades, reconocer sus atributos y características, así como determinar el tipo de propósitos para los cuales podría sernos útil, con el objetivo de invocarlo en un futuro.

Las evocaciones, por su parte, no han menguado con el pasar del tiempo. Actualmente, numerosas prácticas y creencias espirituales continúan empleando rituales de evocación para contactar con espíritus, como es el caso de las tradiciones católicas, cristianas, judías, chamánicas, kabbalísticas, en la wicca y otras líneas de la práctica mágica.

  • Una invocación, del verbo latino invocare, “invocar“, “llamar”, “demandar”… es una técnica de magia o religión que puede tomar las forma de súplica, oración o hechizo y que da como resultado una forma de posesión espiritual, así como la autoidentificación con ciertos espíritus. Mandatos o conjuros, también entran en la categoría de invocación y el ejercicio de colocar documentos bajo protección divina.

Profundizando en el tema encontramos las diferentes categorías de la invocación…

Como súplica u oración implica pedir ayuda a Dios, una divinidad, un santo, ser espiritual, etc. Cuando una persona llama a una entidad sobrenatural para ser escuchado y pedirle algo (protección, un favor, su presencia espiritual en una ceremonia, etc.) o simplemente por necesidades de culto, puede hacerse en forma preestablecida y apropiada o con las propias palabras o acciones de la propia inspiración del invocador.

En la invocación, las entidades espirituales no sólo se experimentan a nivel de sensaciones como la evocación, sino que actúan o se manifiestan por medio de sus obras y de su intervención en nuestras vidas.

Esto en realidad es algo bastante común… en general, todas las religiones utilizan oraciones, liturgias o himnos de invocación, como por ejemplo, los mantras en el hinduismo y el budismo, el Libro de los Muertos de los egipcios, los Himnos órficos griegos y otros muchos textos, que aún se conservan.

Una invocación también puede ser una alternativa secular a una oración pero que va más allá pues se puede prácticamente experimentar una conversación abierta y puntual con la entidad invocada.

Por otro lado, cuando se trata de un mandato o conjuro, algunas personas han realizado invocaciones con el propósito de controlar o conseguir favores de determinados espíritus o deidades. Estas invocaciones suelen implicar un mandato o amenaza contra la entidad invocada.

Una invocación a modo de posesión, se utiliza en el sentido de “un estado (potencialmente psicológico) en el que la personalidad normal de un individuo es sustituido por otro”. Esto también se conoce a veces como “aspecto”. Puede hacerse como medio de comunicación de acercamiento a una deidad o espíritu y, como tal, no tiene por qué ser visto como sinónimo de posesión demoníaca. En este caso la conversación con la entidad, se da a través de la persona quien es poseída.​

Cuando hablamos de la invocación a modo de autoidentificación con ciertos espíritus, se refiere a asumir las cualidades de lo que se esta invocando, como el magnetismo y poder de atracción de Afrodita, la astucia y elocuencia de Hermes, el poder de manifestación de Abundia, la misericordia y amor maternal de la Virgen María o la ferocidad de Kali. En este caso, el ser es llamado literalmente desde dentro de uno mismo, a modo de arquetipo o en uno mismo como una fuerza externa, según el sistema de creencias personales del invocador.

Tanto al evocar como al invocar, es muy importante que se sepa exactamente a quién o qué se va a contactar, prestando atención al tipo de energía que se pretende mover para evitar riesgos o errores potenciales… ya que trabajar con fuerzas energéticas es asombroso, poderoso y gratificante, pero si no lo hacemos bien con la mentalidad, entendimiento y la educación adecuadas, podemos encontrarnos lidiando con energías y fuerzas que no sabremos cómo manejar y como resultado podríamos pasar un mal rato.

En síntesis o para asegurarme de que quede claro…

Evocar significa “llamar o traer a la memoria”, por lo tanto, se refiere a ejercicios de visualización donde podemos ver y sentir emocionalmente gracias a las imágenes e ideas. Con una evocación, nunca hay una conexión directa con el espíritu que es convocado y nunca entrar en contacto con nuestro cuerpo, solo habrá conexión por medio de la imaginación… de manera que una evocación es una forma sencilla y segura de conectarse con el reino espiritual.

Invocar significa “llamar adentro”, por lo tanto, se trata de todas aquellas técnicas que son internas o que ocurren dentro de nosotros, involucran el cuerpo y nuestra energía vital y por ello luego se manifiestan en el exterior. La invocación lleva las cosas al otro nivel, lo que hace que el proceso sea muy diferente y mucho más complicado.

Con una invocación, la entidad que se llama entra directamente en contacto con nuestro cuerpo y con nuestra alma volviéndose parte de nosotros. En este caso, el invocador requiere tener una energía lo suficientemente fuerte como para no colapsar después de que la entidad abandona el cuerpo.

En ambos casos, se trata de un acto de voluntad mediante el cual se atrae la atención de alguna entidad o energía. Está presente  en todas las creencias religiosas, paganas, mágicas o espirituales, ya que en todas se pide la ayuda de otros seres que asisten a quien hace ciertos trabajos, rezos o meditaciones. Desde la invocación a la diosa triple Hécate, hasta los rezos católicos y pasando por las peticiones budistas para el transito del alma o los rituales con el Shem HaMephorash o los 72 Ángeles de la Kabbalah.

¿Cómo lo hacemos?

  1. Para empezar, el conocimiento sobre lo que se invoca ES FUNDAMENTAL y, por lo tanto, cierta familiaridad con ello. Mientras mayor sea la cantidad de información y mejor integrada la tengamos, podremos tener una noción más clara de qué es lo que queremos invocar.
  2. Como en todo trabajo energético, ajustarse a la vibración propia es un aspecto enormemente importante.
  3. Poseer una voluntad entrenada, ya que todo acto mágico requiere de conciencia plena sobre la decisión que se toma para que esta sea llevada a la realidad correctamente. La diferencia en el acto mágico con respecto a cualquier meditación o practica espiritual menor, es que esta conciencia es más elevada e integra la capacidad de decisión, es decir, la Voluntad…
  4. Cuando se trata de invocar, saber cómo, cuándo y porqué se hacían las cosas en la cultura de la que proviene la entidad a invocar será igual de importante. Esto nos permite crear una invocación que se adapte a dicha cultura, poniéndonos en mejor sintonía.
  5. La limpieza física y energética serán el siguiente paso, así como la preparación del espacio y momento para el evento. Todos los actos espirituales, especialmente si conllevan el contacto con cierto tipo de entidades, conllevan un ritual previo de purificación.
  6. La posición de las manos es fundamental. Según las entidades sean divinidades superiores como los dioses olímpicos (que habitan el Olimpo) o «ctónicas» es decir, de las profundidades del inframundo… o incluso ambas como es el caso de la diosa Hekate; según sea el caso, las palmas de las manos deberán ser dirigidas hacia arriba o hacia el suelo. 
  7. El siguiente paso es conocer y elegir los epítetos o características de la entidad. Recordemos que la idea es atraer a la propia presencia de aquello que queremos invitar… pero en el caso de los seres y entidades o divinidades que no están encarnadas, se trata de energías muy fuetes y vastas que realmente no pueden ser contenidas en su totalidad… Por eso mismo, están divididos en  facetas menores y precisas. Es importante comprender que llamar a «toda la energía de la divinidad o entidad», además de agotador, puede resultar menos eficaz que invocar a la divinidad con el epíteto que le corresponda para la función que necesitamos puntualmente.
  8. Las ofrendas… todo dependerá del caso, de la entidad o deidad, para lo cual en algunos casos en general no es necesario ofrendar algo, sobre todo en las invocaciones, pero queda a criterio de quien la lleve a cabo. En cierto modo, todo lo que envuelve a una invocación es una ofrenda , ya que todo se orienta para crear el clima propicio para entregarlo al contacto con la Divinidad a invocar. Pero si se prefiere o le nace a la persona como una necesidad para llevar a cabo su ritual, se pueden dar cosas concretas relacionadas a la entidad que se contactará… para lo cual será primordial el paso 1. En este se deberá estar en consonancia con la tradición de «los gustos» de la divinidad acerca de las ofrendas, normalmente relacionada con su mitología y sus ámbitos.
  9. Conocer o diseñar el ritual a llevar a cabo, que incluya las acciones físicas así como las palabras adecuadas para efectuar la práctica.
  10. Anota siempre los resultados y la experiencia, esto dará un punto de partida y avance en la practica y permitirá evaluar lo que requerimos mejorar o retirar de nuestros rituales.

Siempre recomiendo antes de lanzarnos al agua, asegurarnos de estar preparados, con un plan que nos ayude a darle dirección y la forma adecuada a nuestra energía.

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