Particularmente en la sociedad occidental, las emociones a menudo se consideran “irracionales” y de mínima utilidad. Para muchas personas, las emociones simplemente no tienen sentido porque no son prácticas o eficientes. Aunque no elegimos conscientemente cómo reaccionamos emocionalmente, esto no hace que las emociones sean irracionales; simplemente las hace no intencionales.
Sin la vivacidad que las emociones traen a nuestras vidas, no seríamos humanos en absoluto. Por eso es preocupante cuando nos hacemos preguntas como “¿Por qué estoy tan emocionado?” ¿Por qué me siento deprimido? Nuestras emociones están aquí por una razón. Cuando realmente las escuchamos, encontramos una asombrosa sabiduría oculta debajo de cada una. En este artículo quiero ayudarte a aprender a valorar tus emociones en un mundo que te desanima y a veces te prohíbe sentirlas.
Las emociones nos ayudan a profundizar nuestra relación con la existencia, ya sean que las clasifiquemos de positivas o negativas, estas no son experiencias que elegimos conscientemente. Ocurren sin ninguna planificación o aviso previo debido a que las relaciones cambiantes que tenemos entre nosotros y con nosotros mismos, es lo que nos hace sentirnos inseguros. Sin embargo, la sabiduría contenida en nuestras emociones puede ayudarnos a recuperar nuestro equilibrio original, así como a reparar o reinventar completamente nuestro mundo, permitiéndonos vivir de formas más satisfactorias.
Además nuestras emociones nos ayudan porque nos orientan en forma de revelaciones. Por ejemplo, lo que llamaríamos una emoción “negativa” (enojo o tristeza) nos ayuda a guiarnos al decirnos que algo está mal, que algo debemos cambiar o mejorar. Una emoción “positiva”, por otro lado, es una expresión de gratitud que podemos sentir por algo bueno que ha sucedido en nuestra vida.
Las emociones nos motivan a hacer cambios para recuperar el equilibrio perdido o a agradecer y celebrar lo que ya tenemos. Y como herramienta podemos utilizar la indagación personal para comprender los mensajes ocultos de nuestras emociones. Por eso es tan importante equilibrar nuestro corazón con la mente. Contrariamente a la creencia popular, la razón y la racionalidad no son enemigas de la emoción. De hecho, la racionalidad complementa a las emociones ayudándoles a equilibrarse, como Kahlil Gibran describe maravillosamente en este poema:
“…Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma viajera. Si vuestras velas o vuestro timón se rompieran, no podríais más que agitaros e ir a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar. Porque la razón, gobernando sola, es una fuerza limitadora y la pasión, desgobernada, es una llama que se quema hasta su propia destrucción.
Por lo tanto, haced que vuestra alma exalte vuestra razón a la altura de la pasión, para que cante. Y dirigid vuestra pasión con el razonamiento, para que ella pueda vivir a través de su diaria resurrección y, como el ave fénix, se eleve de sus propias cenizas…”
A continuación, encontrarás algunas preguntas que pueden ayudarte a explorar los significados y mensajes detrás de tus emociones, y lo que tus emociones esconden como mensaje:

Cuando estás enojado, pregúntate:
• ¿Cómo creo que merezco ser tratado?
• ¿Cómo creo que se debe tratar a esta persona o lugar?
• ¿Qué creo que está mal en el mundo?
• ¿Estoy contribuyendo de alguna manera a este problema? Si es así, ¿qué puedo hacer para detenerlo?

Cuando estés triste, pregúntate:
• ¿Qué he perdido o temo perder que amo, aprecio o deseo?
• ¿Hay algo que pueda hacer para evitar que ocurra la pérdida?
• Si no es así, ¿cómo puedo permitirme lamentar esta pérdida por completo?

Cuando te sientas avergonzado, pregúntate:
• ¿Qué se esperaba de mí y qué espero de mí mismo?
• ¿Cuáles son mis valores y cuáles siento que he perdido sin tener consciencia de ello?
• ¿Volvería a hacer lo que hice si supiera las consecuencias de mis acciones?
• ¿Puedo arreglar las cosas con aquellos a los que he decepcionado y conmigo mismo, y si es así, cómo?

Cuando estés feliz, pregúntate:
• ¿Qué siento que hace que mi mundo sea mejor o más completo?
• ¿Qué trae la mayor alegría a diario en mi vida?
• ¿Cuál es la mejor manera en que puedo expresar y celebrar lo que siento que trae gran alegría a mi vida?

Cuando tengas miedo, pregúntate:
• ¿Qué siento que es peligroso y, por lo tanto, debo escapar o evitarlo?
• ¿Hay algo que pueda hacer para protegerme a mí mismo o a mis seres queridos?
• ¿Qué grado de miedo estoy dispuesto a soportar para accionar y lograr mis objetivos?
• ¿Existe una verdadera seguridad en la vida? Si es así, ¿qué habilidades o recursos necesito para cuidar de mí y de mis seres queridos?
Idealmente, se te ocurrirán tus propias preguntas que se adapten a tu obstáculo particular, pero estas preguntas son un buen lugar para comenzar. La auto-indagación es muy útil porque nos ayuda a descubrir y comprender las creencias y actitudes personales que llevamos, así como las convenciones culturales y los condicionamientos sociales que influyen en cómo nos sentimos.
A veces podemos encontrar que las creencias que influyen en nuestras emociones están equivocadas, y otras veces podemos encontrarnos validados y reafirmados. El punto es que la auto-indagación te ayudará a aprender lo suficiente sobre ti mismo y así cultivar relaciones internas y externas equilibradas respondiendo de manera saludable. La mayoría de nosotros nunca aprendemos realmente a aceptar nuestras emociones de manera que nos sirvan a nosotros mismos y a los demás. Las emociones son la forma en que nuestra alma se comunica con nosotros.
Aquí tienes un proceso muy simple de cuatro pasos que te permitirá fluir en tus emociones y puedas sumar a tu vida en lugar de restar.
- Permítete experimentar a fondo la emoción pura en sí. Empieza por sentirla físicamente, encara esa emoción y permite que se exprese a través de ti. ¿Qué sonido quiere hacer? ¿Qué movimiento, postura o gesto crees que la describe mejor? No te reprimas, y deja que surja y salga en su forma más cruda.
- ¿Qué está tratando de decirte la emoción? Después de haberla sentido y expresado, ahora puedes explorar, sin ningún juicio propio, qué es exactamente lo que esa emoción está tratando de decirte que involucre a tus valores, creencias, necesidades, deseos, expectativas, actitudes, etc.
- ¿Cómo puedes comportarte de acuerdo con el mensaje de esta emoción? Una vez que te hayas expresado y explorado con esa emoción, puedes comenzar a actuar basándote en lo que has aprendido de esta emoción.
- ¿Hay algo que puedas hacer para devolver el equilibrio al mundo (por ejemplo, perdonar a una persona que te decepcionó o aprender a ser más asertivo), o hay alguna manera de compartir tu emoción con los demás y celebrar la alegría que sientes?
Una vez que la emoción ha sido expresada y comprendida, puedes asimilar. La aceptación de una emoción es un proceso lento que solo se realizará en retrospectiva. A menudo se nos critica por expresar nuestras emociones y nos sentimos culpables o incómodos cuando sentimos sensaciones fuertes, pero las emociones son partes vitales de la vida.
Me ha pasado en muchas oportunidades que veo a alguien y pregunto: ¿Te pasa algo? ¿Estás bien? Y la respuesta siempre es “¡nada!” En su mayoría, hasta yo mismo me he visto en ese espejo.
Es normal experimentar muchas emociones, pero es anormal reprimirlas o fingir que no existen. También es dañino permitirse el drama emocional sin prestar atención a los mensajes ocultos encapsulados en cada emoción. Si empezamos a aplicar la auto-indagación a nuestras emociones, descubriremos que los sentimientos añaden otra pieza a nuestro rompecabezas interno y que están allí para empujarnos a ser una versión más auténtica y completa de la que podemos aspirar ser.