Por: Sonia Villamil
Desde el momento que Tefa me invitó a escribir este artículo, me puse a pensar:
¿Qué es el tiempo con uno mismo?
Porque en la vida actual, vivimos en constante corre-corre: que el trabajo, que la casa, que la familia, que la pareja, que los hijos, que el colegio, que la U, que el super, que las cuentas…
Mil y una responsabilidades que son urgentes pero no tan importantes.
Eso pasa, lo urgente desplaza a lo importante y terminamos siendo perseguidos por el tiempo en vez de nosotros sacarle el jugo.
Y en ese interminable hacer, no tenemos tiempo ni para peinarnos, mucho menos para pasar “tiempo mágico” con nosotros mismos.
Como no podemos dejar de hacer lo que toca (por ahí dicen que lo único que toca es morir), entonces reflexioné en qué SÍ puedo hacer:
“DEBO APRENDER A ESTAR PRESENTE”
¿Fácil, no?
Todos estamos presentes siempre, diran algunos…
¡Mentira!
Me he pescado (cachado) haciendo las cosas como un robot, repitiendo pasos y procesos sin poner ni mi corazón ni mi mente consciente en lo que hago.
Y eso es exactamente el tiempo mágico conmigo misma: cada momento en que de manera consciente, en el aquí y en el ahora, pongo mi energía creativa y mi unicidad en lo que hago.
Desde lavarme los dientes en la mañana, hasta sentarse a escribir este artículo.
¿Y qué magia puedo poner?
La mejor intención para el día cuando le pongo azúcar al café. Pensar que mi camino hoy sea amable cuando amarro los cordones de los
zapatos. Agradecer que tengo cómo moverme cuando le pongo gasolina al carro. Y disfrutar todos esos momentos rutinarios, en vez de ocupar nuestro pensamiento en lo que va a pasar mañana.
Por supuesto hay ventanas de tiempo, que abro con alevosía y ventaja, cuando le robo tiempo al imparable día a día, cuando no sirvo al mundo y sus habitantes y solo existo yo, (al menos por un ratico).
!Eso es un regalo!
Una caminata; una taza de té; salir a ver los cielos espectaculares de noviembre (aquí en Guatemala, a quienes viven fuera, los invito un paseo post-pandemia); una ducha o baño que limpie cuerpo y alma; un rato conmigo y un par de hojas en blanco para desahogar mi cabeza… ustedes saben.
Es fácil olvidarnos de la impotencia de pasar tiempo con nosotros mismos. Es difícil convencernos de parar el tren y bajarse por un rato.
Pero hay que hacerlo, ¿se animan?