Por: Rolando Milian Dardón
En física la inercia es la resistencia que opone la materia al modificar su estado de reposo o movimiento. El mundo moderno nos plantea una serie de retos y disyuntivas diariamente. A pesar de esto, nuestras decisiones generalmente están basadas en nuestra educación y cultura; tendiendo siempre hacia una misma postura. Así pues surge la interrogante: ¿cuánto de lo que somos y hacemos en nuestra vida es decisión propia y cuánto influencia del ambiente?
Al momento de tomar las decisiones y/o cambiar de rumbo debemos enfrentar las consecuencias de nuestros actos y resistir al impulso del cambio constante. Es por ello que debe existir una concepción clara de nuestra meta y el camino que queremos recorrer para alcanzarla antes de lanzarnos a la acción. La flexibilidad ante el cambio es importante, pues nuestra meta y los medios para alcanzarla están sujetos a factores externos sobre los cuales no tenemos influencia. De allí que la resistencia al cambio se torna nuestro mayor enemigo a vencer.
La mente juega un papel importante en esta resistencia al cambio. Ella trabaja en dos sentidos sobre nosotros. Por un lado utiliza como alimento la dispersión, el cambio constante de pensamientos y percepciones sensoriales que estimulan a nuestra mente a no “aburrirse”. Ella exige esa dispersión a través de viajes, nuevos sabores, nuevas experiencias o inestabilidad emocional. Pero… ¡atención! Por otro lado la mente toma como cierto aquello a lo que la hemos acostumbrado, creando esquemas rígidos de cómo las cosas deberían ser. Sólo piense: ¿qué pasaría si en este momento usted observara a un perro hablar nuestro idioma? Estos esquemas crean una barrera al cambio, haciéndolo difícil aun cuando es necesario y dejándonos con una sensación de impotencia sobre nuestras propias decisiones; creando ese miedo a lo desconocido.

Nadie puede dar una receta infalible para alcanzar el conocimiento de cuándo es momento de cambiar y cuándo de permanecer. Una herramienta útil para alcanzar este tipo de conocimiento consiste en técnicas de concentración y meditación heredadas de una cultura milenaria a través de la práctica del Yoga. El Yoga no es pasivo, más bien ha sido asociado a relajación por corrientes alternativas. Lo que el Yoga proporciona a largo plazo es lucidez. Siendo así como el alumno se torna más consciente de todo su alrededor, pudiendo evaluar de manera más eficaz que alguien que no practica. Dando la impresión de alguien “relajado”, cuando por el contrario la persona se torna más lúcida y despierta que nunca.