(Shemot/ Éxodo 38:21 – 40:38)
Antes de empezar esta última porción, quisiera dedicarla a uno de mis mejores amigos y maestros, una gran persona que llegó a mi vida literalmente anunciada por mis guías, quienes me llevaron a su encuentro en el momento justo para poder iniciar mi proceso de transformación; un proceso que junto a él ahora termina dejándome espacio y tiempo para seguir avanzando y creciendo.
Josué, gracias por tu guía, tus enseñanzas, tu compartir, tus pláticas profundas, por tu acompañamiento y apoyo en los momentos más complicados; por tu visión cuando necesité de una mirada diferente para terminar de darle forma al rompecabezas, cuando necesité que me recordaras que para todo hay un trasfondo que aveces ignoramos y que pertenecemos a un gran árbol en el que estamos para florecer y dar frutos.
Me siento afortunada de compartir este camino contigo, gracias por ser y estar.
Llegamos al final de el libro de Shemot/ Éxodo… Esto de verdad es para celebrar!!! Y no sé ustedes pero personalmente puedo decirles que esta vez experimentar el Éxodo literalmente fue “LIBERADOR”.
Cuando nos alineamos a la energía disponible, los milagro ocurren, alcanzamos lo que parecía inalcanzable, la vida nos cambia y nos transformamos para nunca volver a ser lo que éramos antes… nos convertimos en mejores seres humanos porque el alma nos vibra tan fuerte que rompemos las cáscaras que la limitan y empezamos a SER!
La lección de Pekudei inicia haciendo un recordatorio importante:
“Podemos empezar nuestro trabajo espiritual solos, pero necesitamos a Dios, a nuestros maestros y guías para alcanzar el siguiente nivel”.
Reconocer que no podemos solos es fundamental, pues a pesar de que el camino y trabajo espiritual es individual, también es necesario reconocer que hay almas que llevan un recorrido más avanzado y que pueden aportarnos herramientas y sabiduría para continuar avanzando.
El trabajo consiste en transformar nuestro deseo egoísta de recibir para sí mismos, en deseo de recibir para compartir; pero esto solamente podemos lograrlo cuando accedemos a la Luz del Creador para que pueda asistirnos y brindarnos la ayuda necesaria para lograr cumplir con esa labor tan compleja.
En síntesis, esta lección nos dice que todo el material descrito en la Torah para construcción del Mishkán (santuario), en realidad se refiere a todo lo que necesitamos para construirnos y preparar nuestra Vasija personal, para que la Luz pueda llenarla y así podamos cumplir con el trabajo que hemos venido a hacer.
Dios nos empuja a actuar de cierta forma, sin embargo muy a menudo, no hacemos caso. Todos tenemos una parte de Dios dentro de nosotros pero solemos actuar como si no fuera así. Cada vez que creamos un espacio en la consciencia para que el Creador entre a nuestra vida, estamos haciendo un santuario, un lugar para que el Creador habite en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, etc.
Su presencia es constante y su guía nunca nos falta a pesar de que seamos nosotros quienes no siempre queremos seguirle. Su guía a menudo es incómoda pues nos saca de la zona de confort y nos impulsa a movernos, a la búsqueda, la expansión y la transformación. La incomodidad es a corto plazo a diferencia del caos que experimentamos cuando nos negamos a escuchar y ver… tomar esta ruta nos provoca dolor que experimentaremos a largo plazo.
“Esta última lección de Shemot/ Éxodo nos recalca que el trabajo espiritual tiene un alto nivel de dificultad pero no por eso debemos botar la toalla”.
A través de la historia, los grandes maestros espirituales fueron desafiados, marginados, calumniados e incluso torturados. Pero la gran lección es que siempre, donde hay luz para ser revelada habrá oscuridad que intentará destruir la posibilidad de que se lleve a cabo la revelación; esto nos deja un mensaje:
“Si experimentamos grandes obstáculos en nuestro trabajo espiritual, es una señal de certeza de que estamos en el camino correcto.”
Cuánto más cerca estamos de hacer la máxima revelación de Luz, más difíciles de ponen las cosas, pero es entonces, justo en este punto es en que debemos ejercer la restricción sobre el EGO y aplicar todos nuestros conocimientos y herramientas para apoyarnos y sostenernos en pie hasta llegar a la meta!
Esta lección es clara y directa y cada vez que culminamos el estudio de un libro de la Torah decimos “Jazak, Jazak, Jazak” (Fuerza, fuerza, fuerza)… el camino espiritual no es fácil y necesitamos fuerza y certeza para recorrerlo y sacar lo mejor de nosotros y de los retos que enfrentamos.
Sigamos adelante y recordemos que todo logro que alcanzamos por muy insignificante que parezca es un gran aporte al camino espiritual de aquellos que vienen detrás de nosotros. Hagámos lo mejor que podamos, dejemos huellas en el camino, huellas que le indiquen la ruta a aquellos que hoy como nosotros un día lo hicimos, emprenden su propio camino espiritual.
Les deseo lo mejor a todos, que nunca pierdan de vista la Luz del Creador en sus vidas!
La Tefa.-